A veces miramos al hombre del pasado con la soberbia del que se siente superior, convencidos de que la evolución social y tecnológica nos sitúa muy por encima de aquella gente, que hace miles de años vivía en cuevas, sobrevivía gracias a su instinto, se guiaba por las estrellas que lucían en el firmamento, y reflejaba su cotidianeidad y espiritualidad a través del arte rupestre.

El arte rupestre es una especie de testamento vital, de diario primigenio de aquellos hombres que una vez tuvieron el estómago lleno, se pudieron dar a la difícil tarea de rezar, de crear dioses, de pensar en la trascendencia, y de reflejar sobre las paredes más profundas de las cuevas la presencia de algo que a ojos del siglo XXI bien parece otra cosa muy distinta…

Los historiadores han encontrado crónicas muy antiguas sobre el fenómeno de las casas encantadas, porque se trata de sucesos que llevan acompañando al ser humano, desde el principio de los tiempos. Y es que siempre se ha temido a los espíritus de los ancestros, y como vamos a ver, las situaciones que se producían hace siglos poco se diferencian a las de hoy día. Porque, en la actualidad, también ocurre.

Globos espía, aviones de última generación, prototipos militares de otro nivel... Da la sensación de que a veces estos objetos violan las leyes de la física, haciendo todo tipo de movimientos en los cielos que, teoricamente, poco tienen que ver con lo que hacen los más avanzados aviones que conocemos. Pero es que además la aparición de estos objetos ha estado a punto de provocar graves crisis internacionales, porque algunos de ellos han sido abatidos...